El joven DT marplatense fue elegido por sus pares como el mejor del TNA. Sigue los pasos de Guillermo Narvarte y de Leandro Ramella. Como ellos, terminó de hacerse bien lejos de Mar del Plata.
por Sebastián Arana
Dicen que nadie es profeta en su tierra. La sentencia no admite refutaciones si se trata de entrenadores marplatenses de Liga Nacional de Básquetbol. Guillermo Narvarte peregrinó más de una década por todo el país hasta tener una chance en Peñarol. Leandro Ramella tuvo que irse a Chaco para ganarse una reputación y la oportunidad de regresar a Quilmes. Jerónimo Trezza, de él se trata, emigró siguiendo los pasos del anterior. Fue su asistente en Alvear, equipo que luego heredó en el Torneo Nacional de Ascenso, donde condujo dos buenas campañas. Y recaló en Hindú de Resistencia para llevarlo del Federal al TNA. Esta temporada, en la máxima categoría de ascenso, quedó a un partido de jugar la final de Conferencia. Y la actuación de su equipo fue tan buena que sus colegas de Atebara lo eligieron, como antes a Narvarte y a Ramella, como mejor entrenador de la categoría.
“Me sorprendió mucho -le admitió a LA CAPITAL en una amplia charla-. Había muy buenos entrenadores, con excelentes trayectorias. Por ejemplo, Alejandro Lotterio, que terminó segundo. Yo tengo nada más que cuatro temporadas de experiencia como entrenador principal. El premio me ayudó a sentirme mejor después de quedar eliminados del torneo. Está bueno que hayan reconocido el trabajo de todo un cuerpo técnico. Porque el asistente edita videos hasta cualquier hora y el “profe” hizo un gran trabajo. Y el grupo humano fue excelente. Jugadores grandes muy positivos: Mauro Coronel, que es de ahí, y Pablo Moya y Fabián Elías Saad. Los dos jugaron Liga A y se pusieron detrás nuestro a sumar. Cuando los grandes se brindan así, no le dejan otra alternativa a los chicos”.
– ¿Tan dura fue esa eliminación?
– En el cuarto partido con Echagüe, ganábamos por quince cuando fuimos al descanso. Nos lo dieron vuelta. Después, en el quinto en casa, estuvimos siempre a punto de quebrarlos y no lo hicimos. Y después el extranjero de ellos terminó metiendo un tiro increíble. Fue una lástima porque fue mucha gente, que se hubiera enganchado todavía más con el equipo si seguíamos avanzando. Después con ese masoquismo que tenemos los entrenadores, seguí la serie de ellos con Barrio Parque y los barrieron. Increíble.
– ¿Te quedás en Hindú?
– Sí. Estoy muy cómodo y tenemos un proyecto que incluye el básquetbol de formativas y de inferiores. Hindú es un club grande en Resistencia. A nivel nacional, en los primeros años de la Liga, habían jugado la B y más tarde un año de TNA después de comprar la plaza. Lo encararon con el equipo que jugaba el torneo local, descendieron y terminaron con problemas económicos importantes.
– No llegaron a la definición por poco. ¿Buscarán el ascenso?
– Como Unión Progresista fue el único equipo chaqueño en la Liga A, el ascenso seduce. La idea de ser la plaza de Chaco y mantenerla les gusta a todos. Pero consolidándose en la máxima categoría como pudieron hacer Regatas o San Martín en Corrientes.
– Tu presente es muy bueno. ¿El comienzo cómo fue?
– Cuando Leandro Ramella me dice de ir a Villa Angela, mi formación era muy corta. Había terminado recién el profesorado, laburado en el mini básquetbol y apenas colaborado con algunos muy buenos entrenadores. Pero acá teníamos una línea. Allá ni existía la línea. Y en Chaco se sorprendían de cosas que a nosotros nos parecen normales.
– ¿Es casualidad que salgan tantos entrenadores de Kimberley? El “Colo” Navarte, el “Ruso” Bonfiglio, Leandro Ramella, vos mismo…
– No lo sé. Incluso, entre casi todos hay una pequeña brecha generacional. Yo siempre digo que tuve la suerte de formarme en Kimberley con una idea de básquetbol bajada por Osvaldo Echevarría a través de Narvarte, primero, y del Ruso, Leandro y Marcelino, después. Y luego tuve la suerte de conocer en Quilmes a Luis Fernández y a otros entrenadores como Javier Bianchelli o Nicolás Mengoni. Tuve la suerte de ir de asistente a las selecciones con alguno de ellos o con Juan Lofrano o el “Gallego” De Paz. Uno los ve todos los días y no se da cuenta de todo lo que saben. Pero, cuando te vas y empezás a conocer, te das cuenta de que te enseñaban un montón. Lo que sí puedo decir es que en Kimberley, Osvaldo Echevarría nos transmitió a todos una pasión por el básquetbol que todavía nos dura.
– ¿Cuándo tuviste claro que ibas a ser entrenador?
– Me terminé de convencer cuando nos fuimos de Mar del Plata. Siempre me gustó dar clases y enseñar básquetbol. Pero no sé si tenía claro que iba a poder vivir como entrenador profesional de mayores. Leandro me llevó como asistente suyo en 2008 a Alvear para dirigir la B, lo que hoy es el Torneo Federal. Ir a una ciudad chica me focalizó en el básquetbol. No tenía mucho más para hacer. Me tocó dirigir equipos de Sub 19 y Sub 17. Ya podía entrenar cosas para luego intentar llevarlas a la cancha. Pero era todo tan nuevo para mí que en el primer año no hacía ni los videos. Leandro me tuvo que enseñar a hacerlos. Después aprendés y pasás noches completas mirando partidos y no te importa. Estando lejos de Mar del Plata me habré perdido muchas cosas, pero agradezco haber tenido la posibilidad de hacer lo que me gusta.
– ¿Te costó decidirte cuando Leandro Ramella te lo ofreció?
– No. Tenía ganas de irme. Hasta personalmente me sirvió. Me fui de mi casa a vivir solo, lejos. Ya tenía 23 años, no era tan chico. Pero había que estar solo. Y los 1.500 kilómetros que hay entre Villa Angela y Mar del Plata, en un sentido, ayudan. Si extrañás, no es tan sencillo tomarte un colectivo y regresar.
“Ramella me enseñó a ser un entrenador profesional”
– ¿Tan importante fue Ramella para tu carrera?
– Fue uno de mis primeros técnicos en mini básquetbol. Siempre con una relación cercana, hasta de llevarme a mi casa. Cuando él se fue de Kimberley, nos fuimos varios a Quilmes para seguirlo. Después empecé a ayudarlo en Liga Junior, en alguna selección de Mar del Plata y, por último, me propuso que me fuera con él a Villa Angela. Y siempre me marcó un montón de cosas de las que no tenía la menor idea. Ramella me enseñó a ser un entrenador profesional. Cuando Alvear me propone por primera vez dirigir el equipo de Liga, yo no estaba tan convencido de tener la capacidad para hacerlo. Enseguida Leandro me llamó para decirme que aceptara.
– Claro, cuando Ramella se fue a San Martín, vos continuaste un año más como asistente de Jorge Caballero?
– Ya en ese momento el presidente del club me propuso que me hiciera cargo del equipo y no quise. A mí me vino muy bien la llegada de Jorge. Por un lado, era trabajar por primera vez con un entrenador distinto a Leandro, con otras formas. Aparte, Jorge Caballero es una enciclopedia del básquetbol, sabe muchísimo. Cuando él se enteró de que la decisión de los dirigentes era ofrecerme el equipo a mí nuevamente, él mismo me incentivó para que aceptara. Yo no me quería apurar, tenía nada más que 27 años e imaginaba que iba a tener otra posibilidad. Pero entre él y Leandro me hicieron entender que no era tan sencillo que se presentara algo igual y que, de última, en Alvear, me iban a tener más paciencia que en cualquier otro lado. De hecho, perdimos cinco de los primeros seis partidos. En ese momento, me reuní con los dirigentes y les dije que si ellos consideraban que me tenía que ir, lo hacía sin problemas. Pero me dijeron que no. La cuestión fue que remontamos. Pasamos de penúltimos a terceros en la fase regular y nos terminó eliminando Instituto en play-offs.
– ¿Y en el segundo año?
– Siempre con esa incertidumbre de no saber hasta último momento si entrábamos o no en el torneo, armamos el equipo sobre el final. Martín Cequeira fue el único que quedó de la temporada anterior y después cambiamos todo. Ese año fue muy bueno para todos. Se formó un grupo excelente. Eran ganadores, jugaban, iban al frente. Lo llevamos de Quilmes a Kily Romero y tuvo una gran temporada. Lo armamos todo en torno a él. También lo llevamos a Mateo Bolívar, que tuvo una explosión con nosotros. Perdimos la semifinal con el Ciclista de Massarelli y Acuña.
– ¿Cómo fue el momento de dejar Villa Angela?
– Veníamos de una buena campaña. Pero se estaba hablando de la fusión entre Alvear y Unión Progresista, de la posibilidad de armar una dupla técnica con los entrenadores de cada uno de los equipos?Hindú me había hablado cuando nosotros estábamos aún compitiendo. Ellos tenían idea de jugar, pero todavía no sabían en qué categoría. Cuando me di cuenta que en Villa Angela podía quedar afuera, retomé las conversaciones con Hindú. A mí lo que más me interesaba era saber qué íbamos a jugar: si Provincial, Federal o TNA. Finalmente, se inclinaron por el Federal. No querían repetir la experiencia de aquella vez que compraron plaza directa para el TNA y descendieron en un año. La propuesta fue jugar el Federal con un buen equipo, para poder ascender. Tuvimos la suerte de llevar a Diego García Merlo, a quien ya había tenido en Alvear. Estaban Nicolás Boeri y Mauro Coronel, los dos con pasado por TNA. Y cerramos con Darío Mansilla, quien venía de Uruguay y se había quedado sin lugar en el TNA. Para un Federal, era un jugador tremendamente importante. Por suerte conseguimos ese ascenso que buscábamos.
– ¿Qué representó para vos?
– Un gran orgullo. Porque cuando nos sentamos a comienzos de la temporada nos propusimos justamente ese meta. Nos armamos para eso. Fue una satisfacción tremenda. No es tan fácil, pueden pasar un montón de cosas en el medio. Y se terminó dando con Italiana de Charata. Ganamos los dos primeros, perdimos los dos en Charata y el quinto lo ganamos en el club ante nuestra gente. Una fiesta.
Chaco, pasión, apoyo del Estado y altura
– Chaco, una provincia pequeña, tiene cuatro representantes en el TNA -Villa Angela Basket, Hindú, Sarmiento de Resistencia y Uncaus de Roque Saenz Peña- y uno de ellos juega fusionado con otro. Muchos equipos en pocos kilómetros. ¿Cómo se explica?
– A mí me sorprendió mucho lo de Villa Angela. La gente vive muy apasionadamente el básquetbol, te reconoce por la calle. Y cuando estaban los dos equipos, Alvear y Villa Angela, mucho más todavía. Lo mismo Charata, que está nada más que a cien kilómetros, y tenía su clásico con Italiana y Española. Hay muchos clubes de formativas y varios juegan el torneo clasificatorio al Federal. El Provincial de Mayores es fuerte, tiene doce equipos. Y en Resistencia, como hubo muchos años sin básquetbol profesional, el torneo local también es competitivo, incluso con jugadores pagos. Hay una cultura de básquetbol. Pero también existe lo otro. Desde que estamos nosotros, los gobiernos provinciales apoyaron mucho esta movida. Cuando estuvimos en Alvear la mayor parte del presupuesto la aportaba el gobierno. En Resistencia es parecido. Capitanich está detrás de Sarmiento. Nuestro presidente, Gustavo Martínez, es el presidente del Concejo Municipal. Pasa por ahí.
Es una zona basquetbolística fuerte desde hace varios años. Hindú no estaba y a sus dirigentes le ha comenzado a picar el interés por llegar al TNA. Resistencia tiene otro equipo, Villa San Martín -el mejor de la provincia en las formativas-, jugando el Federal hace cuatro años. Hay muchos chicos chaqueños dando vueltas por el país. Quilmes tiene dos: el “Colo” Skidelsky y Elías Iñiguez.
Unión también tiene a Agustín Jara, a quien tuvimos en Alvear, un pibe excelente. Lo mismo que a Santiago Barreto, a quien llevé de Unión para jugar este torneo para Hindú. El es de Quitilipi y viajaba dos o tres veces por semana para entrenar desde su pueblo hacia Villa Angela. Luego vino a Peñarol, quedó cinco o seis meses, se fue a Estudiantes de Olavarría y luego lo tomó Unión. Sabiendo el equipo que tiene Unión en primera, vi que jugaba el torneo local y el Provincial, que tenía mucha participación y me interesó. Por lo general, los pibes chaqueños tienen una buena predisposición para adaptarse cuando salen de la provincia. Y cuando vuelven para jugar en alguna selección se nota el roce que ganaron. Una competencia de inferiores más fuerte es lo que falta en Chaco en formativas.
– ¿Aparecen chicos más altos en comparación con otras regiones del país?
– Chaco y Misiones, no tanto Corrientes, tienen chicos muy altos. Hay material. Lo que sucede es que los chicos no encuentran una competencia en la que se puedan desarrollar de la mejor manera y, al verse tentados por otros equipos, se van. A los que vinieron a Mar del Plata, jugar la local y la Liga Junior los hace crecer de otra manera.
– ¿No te sucede que cuando despegás de Mar del Plata las cosas se ven de otra manera? Acá a la competencia local se la critica o no se le presta demasiada atención…
– Sí, uno acá piensa que el nivel es bajo y, conociendo otras realidades, se ve distinto.
La actualidad del TNA
– ¿Cómo está hoy el TNA?
– Los equipos que terminaron arriba fueron los que defensivamente se hicieron más fuertes. Las limitaciones en la cantidad de fichas complicaron mucho. En el TNA, con el extranjero, que es optativo, son seis fichas mayores, más un Sub 23 y un Sub 21. La mayoría tienen en esas plazas jugadores que pueden jugar. Pero algunos no. Y el torneo, en parte, se juega con calendario de Liga. Entonces es muy complicado afrontar tres o cuatro partidos en una semana con una rotación de seis o siete jugadores. Nosotros llevamos a Santiago Barreto, de Unión, y Bruno Provenzano, de Quilmes, como fichas Sub 19 y los dos nos dieron minutos muy buenos. En ese sentido, tuvimos menos problemas que otros. Pero había entrenadores que me decían que no podían entrenar. Una cosa son chicos de calidad real y otra los pibes del club, que pueden dar una mano, pero no representan la oposición que necesita el jugador mayor para tener un entrenamiento de calidad.
Yo no tengo problemas con las seis fichas mayores, pero con un calendario más tradicional, con dos partidos por semana. Hay otra cuestión: estaría bárbaro que a los equipos de TNA vayan los muy buenos juveniles que están desparramados por todo el país. Pero al existir la Liga de Desarrollo, ante la disyuntiva de elegir un equipo de A y uno de TNA, el chico se queda con la primera opción. Por lo general, en A no juega. Pero le apuesta a la Liga de Desarrollo cuando en el TNA tendría roce y minutos. Yo pongo de ejemplo a Eugenio Zustovich, el base de Peñarol, que se fue a jugar a Echagüe, que ya tenía a sus dos jugadores en ese puesto. Y, sin embargo, terminó jugando y con una buena participación. Seguramente le vino mejor que una Liga de Desarrollo, lo mismo que a Barreto y Provenzano con nosotros.
– ¿Cómo son los presupuestos?
– Villa Angela tuvo el presupuesto más alto. Por una cuestión de distancia, Hispano Americano también cuenta con un presupuesto importante. El nuestro estuvo bien, alrededor de tres millones. Otros equipos, sobre todo en el sur, mucho menos. Pero Villa Angela, alrededor de cuatro millones y medio. En nuestra zona, en nombres, tenían una ventaja. Lo mismo San Isidro.
– Pero los nombres no te aseguran triunfos…
– Está comprobado. El mejor ejemplo es Barrio Parque. Los chicos entienden el mensaje de Lotterio y están jugando sin extranjero desde la semifinal de Conferencia. El extranjero de ellos es Nico Lauría, quien jugó una temporada tremenda. Siempre se le achacó lo defensivo y está mucho mejor en ese sentido. Era lo que le faltaba porque adelante tiene mucho talento. En el TNA hace goles de todas las maneras. Titarelli fue uno de los mejores bases del torneo -lo mismo que el nuestro, Nicolás Paletta- y Andrés Mariani es un ayuda bien de TNA: intenso y con un buen tiro. El equipo puso la plata en tres o cuatro fichas y después juega con chicos. Y así están jugando la final.